Con películas, exposiciones, ciclos y nuevos documentales, Italia y el mundo celebran el legado de Marcello Mastroianni, estrella inmortal gracias a cintas como “La Dolce Vita” que hoy hubiera cumplido cien años. Un icono del cine que renegó de la etiqueta del galán y que, a diferencia de lo que tal vez muchos creyeran, sufrió por amor.
Nacido en Fontana Liri en 1924, no se sentía cómodo con el mote de galán porque, solía decir, no se asemejaba a su personalidad ni a la del propio personaje en la película de Fellini que protagonizó junto a Anita Ekberg: un periodista aquejado de males existenciales. De hecho, en el documental “Sí, ya me acuerdo” de 1997, Mastroianni se pregunta: “Pero latin lover, ¿de qué?”.
En una entrevista concedida poco antes de morir al periodista italiano Eugenio Scalfari, Mastroianni reconoció haber sufrido por amor. “Si quiere saber qué pienso del amor, se llevará una desilusión. No lo conozco bien. A veces creí sentirlo, pero quizás era mi sufrimiento al sentirme rechazado”, confesó.
En la capital italiana, a donde se había mudado con su familia con 9 años, comenzó a hacer sus pinitos en el cine y el teatro. Allí conoció a su primera y única esposa, la actriz Flora Carabella. La pareja se casó en 1950. De su unión nació su primera hija, Bárbara. Y aunque su matrimonio terminó tan pronto como comenzó su éxito en la gran pantalla, el actor romano nunca quiso el divorcio.
La vida de Mastroianni estuvo repleta de grandes pasiones. Como la que vivió con la actriz francesa Catherine Deneuve, madre de su segunda hija, Chiara, o la complicada relación que mantuvo con Faye Dunaway. Pero no fue hasta el final de sus días que el genial intérprete romano reconoció haber estado profundamente enamorado de Claudia Cardinale. Un amor no correspondido.
“Nunca tuvimos nada”, reconoció la actriz en una entrevista hace varios años al diario Il Fatto Quotidiano. Pero el actor jugó todas sus cartas para seducir a su compañera en “8 y medio” (Federico Fellini, 1963) o “El bello Antonio” (Mauro Bolognini, 1960). “Cartas, flores..., era un hombre con clase que no sabría cómo explicar. Era bellísimo. Pero yo nunca cedí por recomendación de mi familia”, dijo ella.
Intérprete de unas 150 películas, su crecimiento en el escenario teatral coincidió con su éxito en el cine, que comenzó en 1948 personificando a un revolucionario en “Los Miserables” de Riccardo Freda y continuó entre el humor y la melodía. Entre los títulos de la primera fase, casi siempre en el papel de un joven ingenuo e imprudente, despuntan: “Una Domenica d’August” (1950) de Luciano Emmer, “Life as Dogs” (”Vida de perros”, 1950) de Mario Monicelli y Steno, “París es siempre París” (1951) y “Las chicas de Piazza di Spagna” (1952), ambas también de Emmer.
De mayor compromiso pueden mencionarse “Fiebre de vivir” (1953) de Claudio Gora, “Crónicas de los pobres amantes” (1954) de Carlo Lizzani, “Giorni d’amore” (”Días de amor”, 1954) de Giuseppe De Santis. Pero, el verdadero punto de inflexión y popularidad llegó con “Peccato che sia un canaglia” (1954) de Alessandro Blasetti, la primera de once películas que colocaron a Mastroianni durante cuarenta años, en una especie de pareja permanente, con Sophia Loren.
Entre los diversos directores con los que trabajó figura Ettore Scola, el director que el actor frecuentó más asiduamente con ocho películas, entre ellas “Celos estilo italiano” (1970), “La Terraza” (1980), “El Nuevo Mundo” (1982), donde interpretó a un Casanova anciano, “Esplendor” (1989), “Qué hora es?” y “Un día muy particular” (1977).
El momento mágico de su carrera coincidió con el enorme éxito de “La dolce vita” (1960). Después de esta película, en “8 1/2” (1963) se convirtió en una especie de “doble” del director, al que se mantuvo fiel en tres películas posteriores: “City of Women”, “Ginger and Fred” (1986) y, en el papel de sí mismo, “Entrevista” (1987).
En los años setenta intensificó su actividad en el cine francés, instalándose en París y convirtiéndose en pareja de Catherine Deneuve con quien en 1972 tuvo una hija, Chiara, que también se convirtió en actriz. Siempre abierto a propuestas estimulantes, realizó “Allonsanfán” (1974) con Paolo y Vittorio Taviani, “La donna della Domenica” (1975) con Luigi Comencini, “Divine Creature” (”Divina criatura”, 1975) con Giuseppe Patroni Griffi, “Cosi come sei”(1978) con Alberto Lattuada, y con Luciano Tovoli “Le général de l’armée morte” (1984, conocida como “El ejército regresa”).Con Marco Bellocchio filmó “Enrico IV” (1984) de Luigi Pirandello, con Giuseppe Tornatore, “Stano tutti bene” (”Están todos bien”, 1990), con Francesca Archibugi , “Verso sera” (1990) y con Roberto Faenza “Sostiene Pereira” (1995), su último filme.
Tres veces nominado al Oscar y dos veces premiado como mejor actor en el Festival de Cannes, ganó dos veces la Copa Volpi en Venecia, y recibió dos veces un David di Donatello especial por su trayectoria.
Las iniciativas para honrar el centenario del actor fallecido de un cáncer de páncreas en 1996 en Paris son incontables y en Italia no hay ciudad que no le haya dedicado homenajes. Aunque el tributo más sentido tal vez haya sido el de su hija Chiara, que se mete en la piel de su padre, imitándolo y recorriendo los lugares de su vida en “Marcello mio”, película estrenada recientemente en Cannes.
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